Cada vez que llega la factura de la luz se produce una formidable estampida. Un susto gordo para decirlo suave. Y menos suave, que me da un soponcio. Esto viene ocurriendo, vamos, toda la vida de luz, que se sepa. En concreto, desde que la iluminación se asimiló a electricidad, y dio origen a las empresas que nos la cobran y con sandunga.
No hablemos del último sistema de cobro, que anda alternando las dichosas lecturas en 'reales' y 'estimadas'.
Hoy me ha correspondido esta bonita segunda variación. Este mes tocaba eso: estimada. Es decir, que si ha sido a ojo, no ha habido tal lectura. Pero la gráfica recogía una columna hasta arriba, impresionante.
El susto, la enfadina, la impotencia, solo te permiten tomar la decisión drástica. ¿Qué cabe hacer? Qué camino tomar? Desde hoy, se acabó lo que se daba. A ahorrar firme por lo menos que podamos frenar el subidón de tarifa que nos aguarda para este mes, con lectura real, encima. Se terminó eso de derrochar kilovatios frente al ordenador, ya que no frente a la tele.
Creo que por una temporadita probaré a agenciarme una vela de cera de la que arde, o un candil para las horas tontas, sin consumo de energía.
Estoy considerando darle un descanso al "bló", por recortar consumo y ahorrar. A cambio miraré las estrellas, que no dan gasto alguno. Y a lo mejor, a lo mejor encuentro la calma astral de la que solo el cielo es dueño y testigo. Mirad qué fácil os lo pongo, amigos que me seguís.
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