domingo, 9 de enero de 2011
LOS NIÑOS ROBADOS
Debe caérsenos la cara de vergüenza ante la impasibilidad que manifiesta la alta justicia, no toda, ante hechos tan dramáticos como éste. El franquismo sigue coleando. Verdad inequívoca.
Sin entrar a detallar cómo se perpetró tamaña cantidad de robos, secuestros y encarcelamientos, lo que ahora nos corresponde ni más ni menos es estar a favor de quienes, al igual que el Juez Garzón, intentan indagar hasta donde sea preciso el paradero, si no el devenir de aquellas pobres criaturas que en su día fueron arrebatadas del seno de su familia, de sus propias madres.
Tampoco es ninguna incógnita las caras que intentaron lavar con la 'adquisición natural, alumbramiento' de esas decenas de miles de niños. En absoluto, obviamente, se trató de higienizarlos, a los infantes. Sus caras no habían tenido tiempo de mancharse, ni sus manos. Menos arriesgado es aventurar que quienes se rociaron con agüita limpia del bautismo fueron los papis entregados a tan monstruosa paterno-maternidad.
Que continúe el silencio sepulcral de quienes persiguen saber la verdad. Que sufran un poquito más. La cuerda aún no está totalmente tensa y, con jueces o sin ellos, aguantará hasta que solo sea testigo mudo el polvo que a todos nos recompensará. Por entonces, ya no quedará un solo vivo.
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Pili, no había leído previamente este asunto de los niños robados, por eso tampoco he comprendido bien este asunto desconocido. No sé si recuerdo vagamente haber oído algo en la tele, pero sobre todo lo aplicaba a los niños de la división azul que fueron exiliados a Rusia. Estos ex-rusos recuerdo también que cuando éramos niños llegaron algunos de vuelta a España (debió ser por los años 50 y algo), y, según decía aquel reportaje de la tele se sintieron desamparados y algunos se volvieron. Se sentían más rusos que españoles.
ResponderEliminarLo que cuentan ahora sobre los niños robados por el franquismo no me extraña ni un pelo, así como los malos tratos con que pretendieron que pagaran el "pecado" de sus padres. Por ahí, desde luego, andaba la alta jerarquía de la Iglesia. ¿Cómo podía ser de otro modo? ¡Qué vergüenza de humanidad!
Un beso enorme para ti, del que José María Pemán se quedaba corto.
Tu hermano José