Como por poner un ejemplo, aunque es inacabable la lista de lo que se puede ser, además de hornero, limpiabotas, cocinero, astronauta, aust...se puede optar a convertirse en alcalde.
Ser alcalde no es prerrogativa. No es ciencia infusa. No es don del espíritu santo. No es bienaventuranza. No es ¡qué suerte que tienes de ser alcalde!. Pero es, sí, una mezcla homogénea bien batida de todo eso y algo más. Si el algo es aportación límpida de los votantes, digo bien, límpida, no hay nada que objetar. Los alcaldes son necesarios. Algunos, imprescindibles.
También los hay incombustibles en su gestión. Se han incrustado de tal modo en la res publica, que no hay fuerza que los derribe. Y estos son los que llevan toda su vida enfangados trabajando para la causa (suya) y para el prójimo. Habrá que felicitarlos, digo yo. ¿O no?
Ahí están ahí están 'viendo pasar el tiempo'.
"Mírala , mírala...dónde está .!!!"
Míralos. Fuertes cual roble fuerte. Recios como su tierra. De corazón puro. Envidiables.
Los alcaldes. Una especialidad de la Casa Municipal española.
La sirven fría, o caliente, según período estacional. Con o sin guarnición.
Buena relación calidad/precio.
Dentro de un 'jesús' ya se harán públicos los menús para que optemos por el más apetitoso...
Yo me pido....¡uhmmm!!
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