Con absoluta normalidad se despiden las fiestas de "mi pueblo". Han tocado marro y chufa. Volverán al son de los pájaros de otro otoño, seguras de sí mismas y quién sabe si con la crisis ya vencida o al menos amortiguada. Volverán. Lo sabemos porque lo llevamos como marca de registro en las carnes. Regresarán triunfantes a llenar hasta arriba los tendidos de la plaza los toros. Se nos echarán encima a empellones, apresurando al personal adolescente a la caza y captura del mejor local de peña. Y a este otro, más cándido y conformista, de las tercera y cuarta edades, para que ¡por dios!, no les escatimen buena entrada para las vaquillas. Entre sol y sombra si se puede. Bien queda la urdimbre de lo que podrá ser el año que venga. Éste ya se ha cumplido con creces. Y todos nos hemos llevado la mejor parte que vamos a guardar cuidadosamente, con especial mimo, en un bolsillo bien cerrado. Con cremalleras. Está nublándose el cielo porque quiere llover. Agua limpia, San Miguel. Agua, agua,agua. Qué tendrán los finales que casi nunca resultan del agrado de todos. Se diría que se me deshilacha un poquito la euforia del septiembre, mes en honor del siete, no se olvide. Y año treinta de los ayuntamientos democráticos. Año de gracia. Toda una especialidad de la Casa.
(nel Autocare) 29 de septiembre
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