Escucho con interés a un articulista que se extiende sobre el tema del trabajo. De los trabajos que surgirán como novedad de aquí a unos años, quizá menos de lo imaginado.
De seguir al ritmo que imprimen los acontecimientos, al género humano, sin distinciones por razón de edad o sexo, le aguardan unas ocupaciones que no tenía previstas. Es decir, que ni siquiera se contemplaban como alternativa de vida laboral para nadie. [Y continúa abundando en el tema]
A poco que observemos, se nota y se siente cómo en la práctica ya todos SOMOS CUIDADORES.
Trabajamos, ergo producimos. Con empeño cuidamos.
Los hijos, de los padres.
Los padres, de los abuelos.
Éstos, ¡ya también!, de la última y fortalecida generación: los bisabuelos.
De este cuidado asignado, surge un inevitable reconocimiento por parte del Ente pagador, que no siempre dispone de recursos suficientes con que abonar.
Las más de las veces, de hecho, ocurre que todo el mundo trabaja por altruismo. Por la cara, en vulgar. Porque sí, en fatalismo. Por prever, esperando tiempos mejores, los esperanzados. Por aburrimiento, sin que nadie se dé cuenta, los aburridos.
Pero trabajo hay. Y al echar las barreras que echará la seguraseguridadsocial, gozaremos de una sustanciosa paga de jubilación con que disfrutar antes de emprenderla cuidando de los tatarabuelos, se me había pasado por alto, que sin duda andarán gozando aún de plenas facultades, con su absoluto prestigio.
Una conjuntada cadena admirable, sin reparos.
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