jueves, 31 de enero de 2013
MÍRAME Y ME MIRES
['Os llueven excusas varias, ¡ingenuos!]
En recompensa
-Puedes mirar si quieres
-Puedes
incluir, que sabes,
la recuperación del
impacto tiempo
a ratos perdidos.
-Asómate y te acodes
en la ménsula
como mármol. Blanca
tibia
casi fría de ser hielo.
Ahí,
libre
que te quiero
l i b r e,
liberto a plazos,
mírame, suplico,
y no digas 'no puedo ver más allá'
-Perfil por perfil,
el que solo deje al descubierto
la caja de los truenos
-¡los oigo, acechan inclementes!-
y entonces,
para que se oculte,
échale manto impávido de polvo
a la súbita vergüenza enajenada.
Puedes mirar,
no lo dudo, y
tupir los velos
y las cortinas ahumadas
de tanto ayer al vacío,
trémulas,
de tanto mañana
consagrado en tardanza.
Mira, que sabes mirar,
vidente,
y no ser presa
del pasmo insoportable
cuando a rebato
tañen
campanas
aledañas
y hasta
espadañas te tiemblan,
aquellas
que ya has visto presidir
desde el azulcielo insonorizado.
Mira de través
mira de verme
transitando espacios
tuyos
cuando decidas
nos pertenezcan.
Y mírame.
[especial recuerdo para Ian Welden, poeta imprescindible, amigo, que acaba de dejarnos para siempre]
jueves, 17 de enero de 2013
ADORNOS, LOS IMPARCIALES
[Paseo el boulevar antiguo, solo cuatro álamos a dos vertientes]
Hubo una inmensidad cotidiana
en que, cada amanecer,
cobraba vida
un exquisito pensamiento.
Hubo un paréntesis auroral
de sones
silbos
y de súbito
surgía
el placer eufónico.
Hubo aquel tiempo
de silencio convenido.
Al instante le asaltaban
de rama
en rama
palabras
como
suspiros.
Se deshizo entre los dedos
el manojo
de antojos respondones:
Apenas transitaba
en unísono
generosidad por desdén.
Hubo un espacio
en régimen
de inmensa
quietud
por donde,
absolutas,
crecían estatuas de sal.
Y entonces, sorteabas
a tu manera los meandros inciertos.
Y hubo un desquiciado o
l
v
i
d
o
del que se adueñaron adornos.
Acerbos hoy,
que ayer, dulzor.
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